La Maison Dom Pérignon presenta la segunda vida de su Vintage 2003, Plénitude 2
2003, el año que todo cambió en Champagne. Si bien los efectos del cambio climático se observaban desde finales de la década de 1980, en 2003 se volvieron brutalmente tangibles. La combinación de una helada severa en primavera y una ola de calor abrasadora en agosto impuso la cosecha más temprana en la historia de esta región desde 1822.
En Champagne se inició la recolecta de uva el 21 de agosto hallando un estado perfectamente sano y una óptima maduración. Tal y como sucedió en 2010 y en el caso de todas las añadas extremas y atípicas, la del 2003 dictaminó un firme compromiso con los ritmos de la naturaleza y la toma de riesgos en lugar de la sumisión.
Dom Pérignon hizo en 2003, por primera vez que el jugo se oxidara y oscureciese en la prensa, aligerando así la estructura tánica. Por primera vez, se aumentó la proporción de la Pinot Noir en el ensamblaje para equilibrar la Chardonnay.
Ahora, Dom Pérignon Vintage 2003 Plénitude 2 ofrece una nueva experiencia de esta añada, una relectura de su historia. Desde 2003, Dom Pérignon ha acompañado la naturaleza y asimilado los cambios en el clima de la región de Champagne. La Maison ha aprovechado la oportunidad para tender una intensidad cada vez mayor en sus cavas, asumiendo el reto de conservar la frescura en su máxima potencia.
Para celebrar esta segunda vida, se unieron Albert Adriá, Quique Dacosta, Eneko Atxa y Paco Pérez para trabajar en común su talento en la elaboración de un menú a doce manos único en la historia de la cultura gastronómica de este país.
Los cuatro chefs realizaron un ejercicio previo en la detección de los platos más alegóricos de toda su carrera profesional. Seguidamente, los reinterpretaron y estructuraron en la composición del menú segunda vida, diseñado en perfecto maridaje con la complejidad de Dom Pérignon Plénitude 2 Vintage 2003.
La casa-escultura de Xavier Corberó acogió el inédito maridaje de la nueva añada de Dom Pérignon y del menú segunda vida. Se la consideraba una construcción imposible, pero para Xavier Corberó, uno de los artistas catalanes más importantes desde Gaudí, su capacidad de exploración no concibió el límite, dejándose llevar a rienda suelta durante 40 años de su vida en su mayor acto de creación.
Su laberíntico hogar esconde, bajo un aura de secretismo, múltiples espacios delimitados por una pesada valla de piedra medieval. Lo empezó en pleno auge textil y bajo una clara influencia del surrealismo, y con el paso del tiempo, fue completando su obra más personal con piezas de mármol y basalto.
La intención de Corberó era crear poesía, celebrando la honestidad del material enfatizando la perfecta imperfección de la textura de la madera o el hormigón. Su casa respondería a su estilo complejo, onírico, caleidoscópico e inacabado, un poema que empezó a escribirse en 1968 y se detuvo por la muerte del escultor.
Una figura de su mayordomo Gregorio y un legendario dragón con una lanza clavada dan la bienvenida a una comida en homenaje a la resurrección y a las segundas vidas. Al segundo ciclo vital que una Plénitude 2 concede a una añada de Dom Pérignon, a las múltiples vidas con las que Xavier Corberó reinventó su propio hogar, a las segundas reinterpretaciones que Albert Adrià, Quique Dacosta, Eneko Atxa y Paco Pérez dieron a los platos con los que hicieron historia.
Dom Pérignon y este séquito de talentos compartieron la misma voluntad, la de escribir un poema libre eternamente reinventable a través del más puro acto de creación.
Montse Carreño, Julio-2021
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