Madonna enciende otra vez el Sant Jordi con su poder total de seducción
Barcelona estaba lista para recibir a Madonna, era todo un misterio su puesta en escena para esa noche, pero lo que no era un secreto fueron los caprichos y exigencias de la reina del pop, la lista era larga y sorpréndete.
30 guardaespaldas, 1 instructor de yoga, un chef personal, fueron algunas de las personas que formaron el sequito de Madonna, esos con los que viaja alrededor del mundo cada vez que sale de gira y que vinieron con ella a España, este miércoles y jueves tuvieron citan con sus incondicionales en el Palau Sant Jordi de Barcelona.
Y la diva del pop, de 53 años, trajo consigo no sólo su música, también un gran listado de exigencias. Su comitiva incluyó cinco dobles de la artista y otra de su hija, Lourdes María, además 20 líneas de teléfono en su camerino para hablar con los suyos y un cargamento de rosas blancas y rosas, cuyo tallo tenía que medir exactamente15 cm. La ambición rubia llegó a nuestro país tras la polémica que han causado sus actuaciones en Turquía e Italia, donde ha enseñado algo más de lo políticamente correcto. No es de extrañar, ya que se ha ganado a pulso y a lo largo de su carrera el título, de reina de la provocación.
Llegó a Barcelona dispuesta a arrasar entre el publico español y con un séquito de más de 200 personas y una lista de exigencias propias de estrella, pero Madonna es una chica materialista.
El trono de reina de pop es y será siempre suyo y así lo demostró Madonna en el concierto de Barcelona. Como todas las grandes divas se hizo esperar, y no solo por que hacia 3 años que no actuaba en la Ciudad Condal, sino por que empezó con 45 minutos de retraso algo que sus incondicionales seguro que le perdonaron. Muchos de ellos pasaron la noche acampados en las cercanías del Palau.
No solo parece haber hecho un pacto con el diablo también a sus 53 años es capaz de hacer todo tipo de acrobacias.
Se abre el telón y aparecen dos monjes con túnicas purpuradas haciendo sonar unas simuladas campanas. Luego, otra media docena de encapuchados prosiguen con la liturgia haciendo balancear un imponente botafumeiro. Unos cánticos del grupo de folk vascofrancés Kalakan suenan de fondo en esta improvisada catedral gótica que sirve de primer set escénico al show que Madonna trajo al Sant Jordi. La diva del pop apareció del interior de un confesionario que descendió desde las alturas movido por u mecanismo hidráulico, “Oh, my God”, se la oyó decir, ante una cruz gigantesca. Eran las primeras palabras de Girl Gone Wild, con la que abre su último disco. Unas imágenes proyectan una vidriera haciéndose mil añicos.
La iconografía religiosa no ha abandonado el escenario durante toda la primera parte del concierto, pero se ha solapado con otras puestas en escena, como la de aire militar que ha elegido Madonna para interpretar Revolver o la estética de película de acción de Gang Bang, en la que le pega un tiro a su amante en la cabeza, mientras la enorme pantalla parece brutalmente salpicada de sangre.
Durante la primera media hora, el público observo atónito el espectáculo, incapaz de asimilar la enorme cantidad de estímulos visuales y auditivos del montaje, que ha utilizado recursos cinematográficos, teatrales y de toda índole.
Sonaron las notas de Papa don’t preach, uno de sus primeros grandes éxitos y con el que volvió a oírse su voz normal.
"Hung Up" y "I don' give A", fueron las canciones que Madonna eligió para cerrar el primer acto, salió rasgando su guitarra.
La cosa cambió cuando la reina del pop hizo su primer cambio de vestuario y salió vestida de majorette para cantar “Express Yourself”. Con este cambio de tercio, el estadio entero empezó a bailar, aunque rápidamente volvió a quedarse con la boca abierta cuando nueve de los diecisiete tamborileros que salieron con las majorettes empezaron a volar literalmente sobre sus cabezas, colgados de cuerdas invisibles. Le siguió “Give Me All Your Luvin”. Volvió a cambiarse de vestuario, totalmente de negro con la guitarra colgada atacó con “Turn Up The Radio”.
Aparecieron sobre el escenario el trío vasco Kalakan, que interpretaron su tema en euskera Sagarra Jo. Lo que podría interpretarse como un acercamiento a las diferentes culturas de la Península Ibérica con motivo de su paso por España, en realidad es sólo un elemento más de un espectáculo milimétricamente programado, que mantiene la misma estructura allí donde va. De hecho el trío vasco ya estuvo en el inicio de la gira el pasado 31 de mayo en Tel Aviv (Israel) y han actuado en los conciertos que han precedido al de Barcelona. Posteriormente se les unió Madonna con “Open Your Heart”.
“Masterpiece” y se volvió a cambiar el decorado, convirtiéndolo en una gigantesca pasarela de moda para que la diva recuperase el célebre corsé de Jean Paul Gaultier, con “Vogue”,que tantos dio que hablar en su momento. Cantó “Human Nature”, conocida como la canción del destape de esta gira, aquí se comportó, tan sólo se le vieron las bragas al arrodillarse para cantar “Like a Virgin”, pero convertida en vals.
Faltaba poco pata finalizar el concierto, sonó “I’m addicted”. Pero el éxtasis colectivo no llegó hasta la interpretación de “Like a prayer” con un coro de gospel, lo que hizo que sonara de forma más espiritual, pero el coro más grande fue el de las 20.000 personas que abarrotaron el Palau, que cantaron esta canción. Para cerrar que mejor que con “Celebration”.
Madonna hablo muy poco y cantó mucho, pero tuvo tiempo de anunciar una canción de "amore" y de emocionar a los presentes cuando dijo que “todos somos uno, da igual nuestra ideología o nuestra opción sexual”.
A medianoche se apagaron las luces, no hubo bises, pero si dos horas de impacto audiovisual, un impresionante despliegue de efectos especiales, coreografías, proyecciones, cambios de vestuario y música que deslumbraron a los 20.000 espectadores que se reunieron en el primero de los dos conciertos en Barcelona, única parada española de la gira MDNA Tour.
The MDNA Tour, el jueves repitió en Barcelona, se alargará hasta 2013, después de recorrer treinta países y ofrecer más de 90 espectáculos, es el itinerario más largo de la artista, que en su anterior gira hizo 85 paradas. Ello demuestra el estado de forma de la neoyorkina, ha estado cuatro veces en la Ciudad Condal, los más fanáticos pudieron contemplar si los años pasan por ella.
De las 20 canciones del concierto, ocho fueron de su nuevo disco, y entre las clásicas, algunas sonaron en adaptaciones muy cambiadas. Pero el espectáculo que ofreció no tuvo desperdició, Ocho cambios de vestuario, por supuesto confeccionado por su intimo amigo Jean Paul Gaultier, estenografía dividida en cuatro actos: transgresión (iglesia y motel con tiros y sangre), profecía (majorettes), moda (espejos, brillos, cócteles, todo ello en un ambiente selecto y sensual) y redención (Final discotequera con plataformas emergentes del suelo del escenario, luciendo una camiseta con su nombre en la espalda y pantalones vinilo negros).
Montse Carreño, 20-Junio-2012
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