Valentino Donna

Maria Grazia Chiuri y Pierpaolo Piccioli caracterizan el universo de Valentino con ligereza, gracia y delicadeza preciosa. La mujer que la encarna es el fiel reflejo de la mujer actual: fuerte y frágil, constante e imprevisible, determinada y delicada. La creatividad contemporánea y el dominio de la costura se unen en los talleres del Palazzo Mignanelli, sede histórica de la casa en pleno centro de Roma, en la búsqueda de una elegancia atemporal llena de singularidad, poesía e imaginación. Un objeto de costura es único por el talento y las competencias que se han empleado para su creación, bien se trate de una camiseta o de un vestido de fiesta. Este rasgo distintivo, cual fragmento de ADN, impregna la atmósfera de Valentino.

Roma es la inspiración y la razón de ser del espíritu Valentino. No se trata de una Roma de tarjeta postal, sino de un lugar con personalidad, con un ambiente inolvidable. Ciudad Eterna con sus múltiples estratos y contradicciones infinitas que se funden en un tejido cultural y visual con un encanto inmutable, que está profundamente impregnado de testimonios del pasado y del presente. Con sus perspectivas y sus vistas parciales, la Roma de Valentino no es monumental sino compleja, angulosa, sorprendente y moderna, como tras el filtro de la cámara de un cinéma vérité en un fresco sencillo y poderoso sobre el que viene a superponerse un mundo fluido en el que todo se mezcla simultáneamente, en cada esquina.

Un toque de elegancia, de fragilidad, de irreverencia y de candidez emerge de esta mujer independiente y sensual, capaz de una pasión repentina así como de una timidez inesperada. ¿Es una actriz? ¿Una mujer enamorada? ¿Un personaje de cine negro? Conoce a la perfección las normas de la alta sociedad y sabe cómo hacerlas añicos con indiferencia. Parece decir: "Soy mía" como un hecho establecido y no como una provocación. Para interpretar a esta mujer de apariencia natural y compleja, Maria Grazia Chiuri y Pierpaolo Piccioli han elegido a la joven actriz Àstrid Bergès-Frisbey, en cuyo clásico rostro se intuye una mezcla de gracia y orgullo. En el retrato firmado por Steven Meisel y realizado por Louis Garrel, Àstrid – con su aire indiferente y cosmopolita de múltiples facetas – es a la vez mujer y actriz, personaje de la vida real y de ficción. Rompe con la ilusión, como en una película de la nouvelle vague, consciente de que ser una misma significa a su vez interpretar un papel.

Para vestir a esta mujer de una simplicidad compleja, los perfumistas Sonia Constant y Antoine Maisondieu han creado un perfume que es a la vez clásico y cambiante que parece haber existido siempre: una fragancia única, sutil y ligera con un acorde seductor y profundamente italiano. Valentino Donna es misterioso, exquisito e intemporal, cual objeto de costura. Luminosa y sensual, la fragancia se articula en torno a un contraste de ingredientes nobles y sutiles. La esencia de rosa, que se mezcla generosamente con notas de bergamota y de iris Pallida, ilumina el perfume con un halo refinado y una textura impalpable. Notas cálidas e intensas de cuero fundidas en toques de pachulí y vainilla expresan una sensualidad carnal, exquisita e incontestable.

El frasco evoca un clasicismo contemporáneo y un sentimiento de pasado y de presente que caracteriza el concepto de elegancia intemporal. Es a la vez continente y símbolo de Valentino Donna. Objeto con una fuerte presencia táctil, su forma extraordinariamente icónica evoca un frasco de perfume emblemático de estilo contemporáneo. La superficie está completamente facetada en prismas que recuerdan a relieves pero que también podrían evocar la sillería de un palacio italiano. Una placa con el nombre de Valentino adorna y realza el frasco. El aspecto poderoso del frasco contrasta con el rosa pálido que deja transparentar las facetas para hacerlo destacar. Esta maravillosa imagen rompe con el rigor para dar lugar a una gracia sutil.

Montse Carreño, 15-Octubre-2015